Elizabeth Holmes, Sam Bankman-Fried y el enorme riesgo de lo ‘nuevo’

Elizabeth Holmes y Sam Bankman-Fried

Última actualización: 05/12/2022, 05:09 pm

Contenido supervisado por Claudio Heilborn

“Estos chicos no piensan demasiado, no se atascan en la forma en que siempre se hacían las cosas, no quieren comités de revisión ni burocracia: quieren hacer las cosas ahora”. Esas son las palabras que un ejecutivo de Walgreens pronuncia en The Dropout (2022), la serie de Hulu que ficcionaliza la historia de Elizabeth Holmes. Y en esa evaluación, hecha con admiración y optimismo, está la clave de las estrepitosas caídas de Sam Bankman-Fried y Elizabeth Holmes. Dos jóvenes promesas que quisieron hacer las cosas, rápido, “ahora”, sin pensar en las consecuencias.

Silicon Valley es el semillero de los startups, donde todos quieren “cambiar el mundo” y, ya que están, hacerse millonarios. Nick Goldberg, un especialista en coaching ejecutivo, dice que “la naturaleza fluida de las nuevas empresas tecnológicas, junto con la inexperiencia de los jóvenes emprendedores, aumenta el riesgo de tomar malas decisiones”. En Silicon Valley no hay reglas ni buenas prácticas, es el salvaje oeste y, mientras el capital esté contento, nadie hace preguntas. 

Elizabeth Holmes, Sam Bankman-Fried Silicon Valley

Hasta que dos de los multimillonarios más celebrados de este paradigma, ambos portada de Forbes, perdieron toda su fortuna y ahora se enfrentan a años de cárcel. Que empiecen las preguntas.

Elizabeth Holmes: la revolución que no fue

Elizabeth Holmes tiene 19 años y está cursando su segundo año en la Universidad de Stanford cuando decide dejar todo para empezar su propia compañía, Theranos. La entonces adolescente convence a sus padres de invertir el dinero de su educación en un sueño: crear un dispositivo que pueda detectar cientos de enfermedades con tan solo una gota de sangre. Hasta ahora todo suena muy noble y admirable, ¿no? La cosa se pone fea cuando Holmes no logra que su dispositivo funcione correctamente y, para mantener a sus inversionistas, empieza a falsificar resultados, adulterar datos y hacer falsas promesas. 

De alguna manera, la joven se las arregla para conseguir que algunos de los hombres más poderosos de Estados Unidos inviertan millones de dólares en un producto que nunca funciona. Toda una artista del engaño a la talla de Frank William Abagnale, Jr. Pero Holmes no solo jugó con las fortunas de viejos hombres blancos: las fallas en sus productos implicaron que millones de personas recibieron resultados falsos o extremadamente imprecisos sobre su salud, como un falso positivo de HIV o un falso diagnóstico de cáncer.

Mientras esto sucedía puertas adentro del laboratorio, Holmes aparecía en las portadas de todas las revistas como la “la multimillonaria self-made más joven”, engañando a todos por más de una década. En 2015, un artículo del Wall Street Journal expuso las irregularidades de los laboratorios de Theranos y la compañía empezó a recibir el escrutinio de todos los medios. En 2018, la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) dictaminó que Holmes había cometido un fraude masivo y la compañía cerró definitivamente. 

Elizabeth Holmes Forbes

Después de un largo proceso judicial, en noviembre de este año el juez de su caso la condenó a 11 años de cárcel, una pena bastante inferior a la máxima de 20 años que podía enfrentar. Los abogados de Holmes pidieron un trato más indulgente con su cliente por tratarse de “una empresaria bienintencionada”, ahora madre con un segundo hijo en camino. 

En esa defensa está una de las claves de cómo una joven sin formación universitaria ni experiencia logró convencer a titanes como George Schultz, Rupert Murdoch o Henry Kissinger de invertir en una supuesta innovación tecnológica sin jamás ver resultados fiables. Todo el éxito de Holmes se basó en la construcción de su personaje, en venderse a sí misma como “la nueva Steve Jobs”. Una ficción cuidadosamente orquestada desde su vestimenta siempre negra hasta la impostación de una voz grave que la hacía sonar como un pre-adolescente tratando de entrar al cine. 

Por otro lado, la fama de Holmes vino de la mano de la explosión del feminismo mainstream: para los dinosaurios millonarios que invirtieron en Theranos, apoyar a Holmes era una manera de sentirse progresistas sin tener que desafiar nada del status quo. De hecho, Holmes activamente promovió esa imagen de sí misma como un ícono feminista, una “mujer de hierro” capaz de romper el techo de cristal. Sin embargo, lo único que logró Holmes para las mujeres emprendedoras es deslegitimarlas. Tras el escándalo, a muchas les resulta imposible conseguir financiación para sus proyectos. Silicon Valley sigue siendo un lugar hostil para las mujeres. 

Sam Bankfield-Fried: apostar en el aire

Este niño mimado de las criptomonedas nació literalmente en el campus de Stanford, al parecer la cuna de la ambición desmesurada. En 2017, a los 25 años, fundó Alameda Research, una firma de comercio cuantitativo y, poco tiempo después, tras asistir a una conferencia sobre criptomonedas, creó FTX, un intercambio de derivados de criptomonedas. La empresa recaudó 400 millones de dólares en su primera ronda de financiación y así empezó un ascenso meteórico. 

Según el índice de multimillonarios de Bloomberg, Bankfield-Fried llegó a amasar un patrimonio de 25.000 millones de dólares. Hasta que en 2022, FTX experimentó una “crisis de solvencia”, una especie de cripto-corralito sin precedentes. La empresa entró en bancarrota de la noche a la mañana.

Luego de la sorpresa inicial, empezaron a surgir reportes de distintas fuentes que afirmaban que esto estaba destinado a pasar. Según empleados de la compañía, las decisiones se tomaban por chat y no quedaban registros. Nunca se hicieron reuniones de consejo, no existía una contabilidad precisa y no había registros de quiénes trabajaban en FTX. 

En un hilo de Twitter, Bankfield-Fried mismo reconoció haber cometido errores de contabilidad. Incluso antes del escándalo, había sido sorprendentemente claro respecto al fraude que era su compañía, afirmando que su patrimonio se encontraba en activos “en su mayoría ilíquidos”. En una entrevista en donde se sugirió que estaba en el negocio Ponzi, Bankfield-Fried respondió que era una conclusión “bastante razonable”. (!)

De un modo similar a lo que sucedió con Theranos, la empresa estaba totalmente desregulada, sin ningún tipo de chequeo o control financiero. Un inversionista le dijo a Forbes que solo tenían acceso a los balances de FTX como parte de la diligencia debida, que “parecía estar bien”.

Nuevamente, parece que la necesidad de creer en la excitante posibilidad de lo nuevo cegó a todos frente a lo evidente: Bankfield-Fried estaba apostando en el aire. 

El costo de saltarse pasos

El famoso dicho “fake it till you make it” (fingelo hasta conseguirlo”) no es literal, chicos. Si tu dispositivo que supuestamente va a revolucionar el mundo de la medicina no funciona todavía, mejor no lo pongas en el mercado ni aceptes millones de dólares de inversionistas. Si tenés problemas con la contabilidad, no inicies una exchange. 

Las nuevas generaciones pueden revolucionar muchas cosas y cambiar procesos pero algunos son fundamentales y no se pueden eludir. La ciencia es lenta, requiere prueba y error. Dejar la universidad no te garantiza ser la nueva Steve Jobs. Y ahora sabemos que cursar materias como “Ética biomédica” no le habría venido nada mal a Elizabeth Holmes.

Elizabeth Holmes and Sam Bankman-Fried

Las entidades financieras deben ser reguladas para prevenir colapsos como el que ocurrió en FTX. Una actitud arrogante como la de Sam Bankfield-Fried, que dijo “A la mierda con los reguladores. Hacen que todo sea mucho peor”, no nos va a llevar muy lejos. 

Como afirmó Robert Leach, el fiscal federal en el caso de Holmes, hay que enviar “un mensaje que frene la arrogancia y la hipérbole desatadas por el boom tecnológico”. Y desalentar esta mentalidad de retribución inmediata y castillos construídos sobre la nada. Lo que se gana rápido, se pierde rápido. 

Marina Do Pico
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  1. ¡Estados Unidos, el “sueño americano” y la bolsa lo hicieron de nuevo!

    Cuando empecé a leer la historia de Holmes no sabía si estaba leyendo la sinopsis de una candidata al Oscar (se dieron a conocer hace algunos días) o de una historia real.

    Diría “¡increíble!”, pero para estas historias ya hace falta otro adjetivo…

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